lunes, 28 de marzo de 2011

Pecados de juventud

Como, me imagino, la mayoría de mis lectores, yo tuve una juventud alocada y noctívaga. Cuando tienes 20 años, mucha testosterona en el cuerpo y el aguante suficiente para beber sin desmayarte o hacer el ridículo, la noche es una aliada espléndida, el momento en que, por los efluvios del alcohol, se mezclan los sentimientos de manera desordenada hasta confundirse.

El resto del artículo en L'informatiu.

lunes, 21 de marzo de 2011

19 de septiembre

Yo nací un 19 de septiembre, el día en que acaba el brillante y soleado verano y comienza el triste y gris otoño. Quizás por eso, mi carácter es, de por sí, pesimista. Soy de los que pienso que siempre pueden empeorar las cosas, por muy mal que vayan, y ese tipo de personas con tendencia a la depresión y la melancolía. Mi sobrino Ángel nació también un 19 de septiembre, aunque cuatro décadas después, y no sé si cuando alcance mi edad será un hombre con la capacidad de inconformismo y negatividad que yo tengo. Pero no me extrañaría nada.
Crónica infantil del Valencia-Sevilla en L'informatiu.

lunes, 14 de marzo de 2011

La guerra de los mundos

Gracias a los desvelos de nuestros dirigentes autonómicos, guardianes de nuestra moral y buenas costumbres, tuve que ver el sábado el Zaragoza-Valencia por La Sexta. Hace un año, un partido similar (bueno, creo que fue el mismo pero con un gol menos del Zaragoza) tenía tres opciones televisivas: Canal 9, Tv3 y La Sexta. Ahora, sólo queda una. Hacía mucho tiempo que no veía un partido en la cadena de Roures, por suerte para mí, ya que los encuentros anteriores del Valencia habían coincidido con alguno de mis viajes, pero el sábado me vi abocado a seguirlo por ese canal.
Mi crónica apocalíptica del Zaragoza-Valencia en L'informatiu.

jueves, 10 de marzo de 2011

Autarquía

Entre 1976 y 1992, el Valencia no fichó ningún central para reforzar su primera plantilla. En esos 16 años, el equipo ganó una Copa del Rey, una Recopa y una Supercopa de Europa, subió de segunda a primera división y llegó a ser subcampeón de liga. Todo ello con una línea defensiva basada en la cantera surgida de Paterna. El Valencia, en esos tiempos, tendía sus redes por caladeros en los que nadaban centrocampistas y delanteros. Los defensas nunca faltaban. Paterna, en dos décadas, se convirtió en la mejor factoría de defensas centrales de España, aquella fábrica de la que salieron Arias, Tendillo, Moreno, Giner, Voro o Camarasa. En 1992 se rompió esa absoluta confianza que los estamentos del club habían depositado en los productos autóctonos con el fichaje de Miodrag Belodedic, un defensa rumano cuyo mayor rédito deportivo era haber ganado dos copas de Europa con dos equipos diferentes, pero que en Valencia hizo muchos menos méritos que su mujer para encandilar al valencianismo. No sería hasta finales de los noventa cuando el Valencia desconfió totalmente de su cantera defensiva y comenzó a fichar buenos jugadores, los mismos que, en la última década, han dado al Valencia sus mejores años.
Ayer eché de menos esos quince años de autarquía, esos tiempos en los que la retaguardia estaba tan bien cubierta desde la base que poco importaba que Arias, Tendillo, Giner o Camarasa se lesionaran, porque detrás había un montón de chavales con ka convicción de que podían, al menos, rendir como sus referentes.
Me duele caer en octavos de final de la Champions ante un equipo tan vulgar como el Schalke, un conjunto que, por no ser, no es ni alemán. No posee las sagradas virtudes de los conjuntos teutones: ese martillo pilón que termina por desmoronarte físicamente, esa percusión sorda que acaba por desquiciarte. Pero me duele mucho más comprobar que, en más de 40 años, el Valencia tiene la peor línea defensiva de su historia. Y yo, que soy muy fan de los Rep-Diarte-Kempes, de los Mijatovic-Gálvez o de los Aimar-Mista, recuerdo de manera mucho más entrañable, como Carlos Alberola, a los Carrete-Tendillo-Arias-Botubot, o, si me apuran, a los Angloma-Ayala-Djukic-Carboni. Pero nunca a Bruno-Navarro-Costa-Mathieu. Estos nunca me harán soñar.


Schalke 04- 3, Valencia-1. Octavos de final de la Liga de Campeones, vuelta.

jueves, 3 de marzo de 2011

Normalidad

La época más triste de mi vida en Mestalla transcurrió entre finales de la década de los setenta y principios de la de los ochenta. España vivía entonces el delicado periodo del paso de una dictadura a una democracia y el País Valenciano, con una sociedad tan timorata como indefinida -nada nuevo, por otra parte-, buscaba sus señas de identidad. En Valencia se desató la llamada “guerra de los símbolos”, una absurda dicotomía que dividió a los valencianos entre “catalanistas” y “blaveros”. No había término medio y la derecha heredera del franquismo aprovechó la coyuntura para defender una postura radical que desembocó en un odio visceral hacia todo lo que oliera a Catalunya. Los catalanes eran poco menos que demonios que pretendían robarnos nuestros símbolos, conquistarnos, violar a nuestras mujeres y matar a nuestros varones. La contracrónica del Valencia-Barcelona en L'informatiu