miércoles, 12 de octubre de 2011

Teoría de los pelos

Cuando tenía 24 años comencé a perder pelo de manera acelerada. No sólo en las entradas de la cabeza, algo normal en algunos jóvenes de mi edad, sino en la coronilla, un síntoma de que, más pronto que tarde, acabaría quedándome calvo. Aquel hecho produjo en mí una preocupación superlativa. A esa edad, cualquier signo que te haga parecer más mayor de lo que eres es una tragedia. Durante meses me apliqué diversos tratamientos y mejunjes, desde pastillas para estimular el crecimiento capilar hasta ungüentos que frotaba en mi cuero cabelludo y me producían más picores que resultados. Hasta que me di cuenta de que el problema estaba en mi cabeza, pero no por fuera, sino por dentro. Si me tenía que quedar calvo, más valía que lo afrontara con dignidad. Nada de crecepelos milagrosos, ni de pelucas, ni de implantes que evocan al pelo de mentiras de las muñecas de Famosa. Y, cuando acabó mi estrés por la pérdida de cabello, dejó de caérseme el pelo con la misma velocidad. 25 años después, sigo teniendo pelo en la cabeza, cuando los pronósticos hace medio siglo indicaban que mi cocorota sería una bola de billar americano sin número.Esta experiencia vital me ha hecho desarrollar una extraña afección hacia la gente calva. Creo que los calvos tienen una percepción diferente de lo que es la vida porque han sabido convertir en digno lo que los demás llaman defecto físico. Han convertido esa carencia en una marca de su personalidad. Quizás por eso, nunca me ha caído mal Manuel Llorente, ni cuando era un consejero delegado a la sombra de los Roig llegado del baloncesto y los supermercados, ni ahora que, de la mano del principal acreedor del club, ejerce como presidente del Valencia con el objetivo de salvar de la ruina a la entidad sin que ésta pierda potencial en el aspecto deportivo.
Más allá de sus aciertos y sus errores, creo que Llorente siempre ha mantenido una línea cabal en sus acciones. Ha sido ecuánime y ha soportado con dignidad los problemas que se ha encontrado en el camino. En pocas ocasiones, si exceptuamos algunos pequeños resbalones, como las declaraciones con que nos obsequiaba ante los micrófonos del Canal+ cuando perdía el Valencia, Llorente ha perdido la calma. Supongo que el hecho de haber tenido que asumir la pérdida del cabello mucho antes de lo normal en su edad ha dibujado una personalidad coherente con su forma de vivir y de moverse en esta jungla tan peligrosa como es la del fútbol.
Pero hace unos días escuché unas declaraciones de Llorente en las que afirmaba que el objetivo del Valencia en esta temporada es el título de liga. Atónito, busqué en internet imágenes del presidente blanquinegro para comprobar si había sufrido una mutación física de esas que sólo se dan en las películas de terror. Pensé que, a lo mejor, se había sometido a un tratamiento para que le creciera el pelo y, como si tuviera una doble personalidad licántropa, el Llorente peludo era capaz de hablar como Paco Roig y prometer títulos para un club que nunca ha logrado objetivos a base de bravatas. Al final, encontré un vídeo de Llorente y comprobé, con desilusión, que seguía siendo calvo. Y en ese momento, mi teoría capilar se hizo añicos, como la consideración que tenía al presidente del Valencia hasta entonces.

1 comentario:

  1. Sigue teniendo la frente despejada pero se está dejando melena a lo Kempes

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